miércoles, 14 de abril de 2010

Estado Civil: divorciado

Siempre pensé que al terminar una relación uno revivía los momentos buenos y malos como en una especie de video, que pasa una y otra vez por dentro de nuestra cabeza, hasta que, supongo que el dolor se diluye, o uno se rinde porque sabe que eso se terminó.
Solía aconsejarles eso a mis amigos, decirles que ya iba a pasar.
Nunca pensé que iba a divorciarme. Pensé que íbamos a estar juntos para siempre. Ya éramos uno. Tenemos hijos, eso tiene que significar algo, ¿no?
¿Cómo hago para olvidar 15 años de relación? No tengo un video pasando en mi cabeza con la relación. Tengo una serie de quince temporadas. ¿Cómo borro 15 años de mates a la mañana, de una cama compartida, de códigos, de chistes internos? Me parece que ya no tengo recuerdos en los que no aparezca.
¿Cómo hacía para reponerme cuando cortaba a los 20 años? Salía a bailar, chichoneaba con otras minas, me ponía en pedo. ¿Y cómo va a servir eso para olvidarme de la que era mi mujer?
Yo estaba orgulloso de mi matrimonio. Y de mí mismo también. Fui un tipo fiel, la quise, le prometí que la iba a amar y cuidar para siempre. ¿Y ella termina enamorándose de otra persona?
¿Acaso no dicen siempre que son los hombres lo que engañan, los que no son fieles, los que no saben comprometerse? Soy un pelotudo. Tendría que haberla corneado, tendría que haberme imaginado que pasaba algo, tendría que… tendría que…
No sé qué tendría que hacer. Tengo cuarenta años. La puta me dejó con cuarenta años, tengo la mitad de la vida hecha. Están mis hijos, que los amo. ¿Cómo les explico esto?Nunca quise que tuvieran una familia separada. Si al menos pudiera irme a la mierda y no verla más. Pero están los chicos, y cada vez que los vea, la voy a ver a ella.
Fue el amor de mi vida, ¿cómo me voy a olvidar de ella?
Llora.
Fui tan feliz con mis viejos. Nos criaron a mí y a mis hermanos con todo el amor del mundo. No tengo nada que criticarles. Mi sueño siempre fue armar una familia así. Y pensé que lo había logrado.
Qué hija de puta… destruyó mis sueños sin aviso. ¿Cuándo empezó a dejar de quererme? ¿Por qué no me avisó, por que no me di cuenta, por qué no pude remediarlo?
Tendría que ir y garcharme a todas las minas, para olvidarme de ella.
Tengo cuarenta cuarenta y cinco años, tengo panza, tengo canas, soy un viejo. ¿Quién me va a querer? A los veinticinco podía irme de joda, ahora ¿a dónde me voy a ir, a un club de divorciados?Yo no tenía esto planeado, yo no tenía esto planeado.
¿Cómo hago para olvidarme de sus mates? ¿Cómo hago para olvidarme de la forma en que me acariciaba la panza a la noche, de nuestas canciones, de las escapadas a Villa Gesell, de esos besos chiquitos que me daba acá, de su fobia a los caracoles, de que no le gustan las arvejas, de que me hacía reír cuando se enojaba, de que le molestaba que las asas de las tazas no estén alineadas?
¿Cómo hago?

Matías D’Angelo

Monólogo escrito para una clase de Locución 3 (2009)

Me cuesta enamorarme

Me cuesta enamorarme. No es que sea una insensible, ni nada de eso. Creo que soy una persona con muchos sentimientos. Tal vez, demasiados.
Por eso, es difícil que un hombre pueda darme todo lo que necesito. Perdón por ser tan crudamente sincera. Pero, para mí, la vida está para vivirla.
Una vez, un chico me dijo que estaba llena de frases hechas para justificar lo injustificable. En realidad estaba despechado, porque él realmente se había enamorado de mí. Como le pasa a la mayoría. Y yo… nunca pude enamorarme.
La verdad es que a mí nunca me llega el tipo que necesito. Por ejemplo, ahora estoy saliendo con tres.
El de la oficina es copado, divertido, me busca, es un divino, pero… le falta como esa impronta masculina, ¿entendés? O sea, todo bien con la ternura, la caballerosidad, pero en un momento yo necesito que el hombre me posea. A ese tipo le falta envergadura. Y eso me embola un poco.
El que conocí en un boliche está bárbaro, tiene un cuerpo escultural, y cuando me abraza me siento realmente una mujer. Es directo, sin vueltas, ingeniero, gerente de una empresa, tiene casa, auto, viaja a Europa tres veces al año… pero me llama cuando quiere. Eso significa una vez por mes, a veces, cada dos meses. Y lo que quiere es sexo.
Y del sexo no me quejo, ojo. Sólo que a veces… no sé, yo me imagino yendo a Francia, Italia, Inglaterra con él. Y no va a llevarme porque no soy la novia.
El tercero es un compañero de la facultad. Le llevo cuatro años. O sea, tipo que no se puede hacer nada serio con eso, ¿entendés? Aunque él me mira con unos ojitos… y sí, está enganchado.
Es un tierno, y es divertido tener a alguien inocente, que está descubriendo tantas cosas… te da como esa frescura que te falta después de tantas historias, ¿viste?
Para mí que eso es lo que hizo que el tratamiento con aloe vera, funcione tan bien. En serio. Es como salir de nuevo con el primer noviecito, no sé, estar con alguien más joven te da esa energía que a esta altura nos escasea un poquito. Además es re divertido y tenemos muchas cosas en común.
Ay, no sé qué hacer.
Dios es injusto conmigo. Me da atención y caballerosidad por un lado, seguridad y masculinidad por otro, y como tercera opción compatibilidad y frescura. Yo no sé que quiere, volverme loca. ¿Por qué Dios no me envía un tipo con todas esas cosas?
El otro día pasé por un negocio donde vendían electrodomésticos y pensé que me gustaría poder meter a los tres en una licuadora (obvio que primero sacando las cosas que no me gustan de cada uno) y mezclarlos.
Pero bueno, no se puede.
El tema es que soy una mina complicada, con muchos sentimientos. Realmente, necesito a alguien especial. Pero bueno, hasta que llegue, la vida está para vivirla.

Matías D’Angelo

Monólogo escrito para una compañera, usado en clase de Locución 3 (2009)